tag:blogger.com,1999:blog-73723531762615346122024-03-14T14:07:28.404+01:00Palillos y TenedoresComer es difícil... A vecesBrahms' Loverhttp://www.blogger.com/profile/13312557232928455570noreply@blogger.comBlogger13125tag:blogger.com,1999:blog-7372353176261534612.post-74819534237531349172015-06-08T20:34:00.002+02:002015-06-09T11:58:20.719+02:00pretérito perfecto simple<div style="text-align: justify;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgsGs8ndNClvwBRvBv9HME-FMSyLRJBH4GV_EGI7vpxooadVPRpOwJts6qqAlroEjNLjl0AFiAwEdQFmDZqhsGwsKq6Pi2tNFvK1xUxPL_wjX4USputSH8831GRZaRI8vVT-jS1A0tC-YA/s1600/8572554.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgsGs8ndNClvwBRvBv9HME-FMSyLRJBH4GV_EGI7vpxooadVPRpOwJts6qqAlroEjNLjl0AFiAwEdQFmDZqhsGwsKq6Pi2tNFvK1xUxPL_wjX4USputSH8831GRZaRI8vVT-jS1A0tC-YA/s1600/8572554.jpg" /></a></div>
Marcus arrastraba la pesada sensación, desde hacía dos o tres años, de que en algún momento de su trayectoria vital, el reloj se había detenido bruscamente y luego, de manera precipitada, había recorrido minutos y minutos en un transcurrir acelerado de su tempo. No había sucedido nada extraordinario que le hiciera pensar tal cosa, ni tan siquiera un acontecimiento relevante que le pudiera incitar a tales pensamientos, a pesar de <i>ella</i>. Pero era precisamente esa ausencia de excepcionalidad lo que le daba mala espina. ¿Acaso el cambio se había producido sin que él se diera cuenta? La certidumbre de sentirse fuera de lugar en un momento y un tiempo que, sin embargo, le correspondían, se acentuaba cada vez más. Y la losa que portaba sobre sus hombros parecía resbalarse con más ahínco conforme pasaban los días. Una mañana no demasiado calurosa de agosto, mientras daba sorbos al café con leche sin azúcar que desayunaba (<i>primero dos azucarillos, luego sólo uno, más tarde edulcorante, ahora nada</i>), una bofetada de aire cálido, entrando súbitamente por la ventana, lo sacó del aturdimiento. Algo raro lo circundaba. Dejó la taza sobre la mesilla del comedor donde una tostada pálida con aceite de oliva lo aguardaba, y miró alrededor. Nada nuevo, al menos nada nuevo tangible, pero sí una inodora, incolora, insípida sensación. Decidió ir a cerrar la ventana por la que ésta se había colado y, de camino, no pudo evitar mirar su reflejo en el cristal del cuadro que colgaba de la pared a su derecha. Esas zonas lampiñas de su cabeza, esas marcas bordeando su mirada. ¿Sería aquello lo que manifestaba la extraña sensación? Cerró la ventana, aún a riesgo de languidecer en el bochorno de su pequeño piso sin apenas ventilación, y se encaminó al cuarto de baño. Allí, de frente al único espejo de la casa en el que lograba verse medio cuerpo, se quitó la camiseta de andar por casa que llevaba, se recolocó un poco el pelo con los dedos y una desazón se adueñó de él. Treinta y tres recién cumplidos y aún no lograba llegar a fin de mes... Aquellos cabellos que tiempo atrás le daban un aire bohemio y desenfadado, hoy parecían más bien librar una batalla por llegar primeros a rozar su nuca... El poder de persuasión que las cervezas del fin de semana tenían sobre su silueta... ¿Qué, cuándo, cómo y por qué había pasado? Entonces, y de manera excéntricamente descontrolada, a pesar de que se había prohibido hacerlo desde que <i>ella </i>se fue, abrió con decisión el último cajón del mueble del baño. Ese de las cosas que duelen y que jamás quien abandona debería dejar en casa del que es abandonado, precisamente porque duelen, y porque éste, el abandonado, tardará en dejarlas ir, provocando con ello un alargamiento innecesario del abandono. Buscó entre sus cosas, encontró un frasco blanco con letras violetas que parecía aún intacto, y leyó la leyenda de su tapa: <i>"Crema Regenerante. Aplícala cada mañana en tu piel y olvídate de esa pesada sensación de ojos cansados". </i>Con sus dedos aún perplejos por la función para la que se los requería, tomó un poco de aquel ungüento pegajoso y lo aplicó en todo el contorno de sus ojos, rozando con las yemas cada una de aquellas arrugas que (<i>¡maldita sea!</i>) nunca antes se había percatado que tenía. Después de un par de minutos frente al espejo, con el rastro aún blanquecino de la crema sobre su piel, el sonido de una puerta al cerrarse con rabia en su edificio lo devolvió a la realidad. Se lavó las manos. Se lavó la cara. Cogió una bolsa de plástico. Vació el cajón. Abrió la ventana de la sala de estar. Regresó al sillón y con dos cucharadas colmadas de azúcar, terminó de beber el café gélido que aún reposaba en la mesilla. Marcus arrastraba, hacia el pretérito perfecto simple, una pesada sensación.<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
</div>
April Forkhttp://www.blogger.com/profile/09004618184075107168noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7372353176261534612.post-82031491937528215562015-06-02T20:19:00.002+02:002015-06-02T20:19:42.718+02:00La soledad y el viandante<div style="text-align: justify;">
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: left; margin-right: 1em; text-align: left;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh2SZdYMboJMW_el02z1_LdTSphlcTwuhykOVXIl-GuVvaFTR9MWlRDc6_pZEyAldLDyhwsZPPr6TTTQiWb8gw_c7toK6m71dOEkz2Oq7g4qXdbiJLD07niEZQKR4EE0NLhb-ZpxzSryIg/s1600/francoise-gilot-picasso1.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh2SZdYMboJMW_el02z1_LdTSphlcTwuhykOVXIl-GuVvaFTR9MWlRDc6_pZEyAldLDyhwsZPPr6TTTQiWb8gw_c7toK6m71dOEkz2Oq7g4qXdbiJLD07niEZQKR4EE0NLhb-ZpxzSryIg/s400/francoise-gilot-picasso1.jpg" width="317" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Pablo Picasso y Francoise Gilot (Robert Capa, 1948)</td></tr>
</tbody></table>
<i>La soledad del viandante</i>, pensó mientras esperaba que el semáforo cambiara su luz roja por una verde, mucho más cálida, veraniega, activa <i>¡dónde va a parar!</i> Miró disimuladamente a su alrededor a través del cristal de las gafas de sol y encontró un par de miradas esquivas de otros como ella, otros viandantes, que también avanzaban solos. El calor de finales de mayo comenzaba a dejarse notar en los cuerpos circundantes, con mangas de camisa luchando por arremolinarse y pasar los codos, con sandalias impúberes cubriendo lechosos pies. Una suave brisa meció su melena, haciendo que los mechones oscuros de su pelo bailasen sobre sus hombros desnudos. Los apartó con la mano hacia su derecha y los destellos de sol brillaron sobre la piel con reminiscencias de un bronceado anterior. Pensó entonces en aquel verano del año anterior al anterior, en las playas de agua fría, en los juegos bajo la sombrilla con él. Y no pudo, por un momento, diferenciar su presente de su pasado, el suyo, el de él. Quizás fuese la fragancia del perfume del chico que se acababa de parar a su lado lo que intensificó el efecto del sol sobre su espalda, o las ganas de atravesar aquel paso de peatones sin aguardar al cambio del ámbar. Quizás no fuera más que un recuerdo pasajero, un instante de bonita felicidad que se evapora al contacto con el aire de la inevitable rutina. Pero todo pasa, avanza, se detiene un minuto, un momento, tal vez una hora, un año, un siglo, pero al final ocurre, pasa, traspasa el hoy, sea del presente que sea. Y siempre hay un toque, una llamada, un ruido, una lágrima, una gota de sal recorriendo la cubierta del esternón que acaba por caer. <i>Pensó.</i> Y en el hoy, de este mayo, bajo este sol, frente a este paso de peatones, es ese estruendo de coches, gente, voces. Su alrededor. La bocina del último coche que atravesó su mirada la sacó del ensimismamiento y volviendo a pensar en ellos, en los que eran entonces, lucho por alcanzar con pausa el otro lado de la vía, conteniendo sus deseos de correr entre <i>la soledad del viandante.</i></div>
April Forkhttp://www.blogger.com/profile/09004618184075107168noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7372353176261534612.post-83799457011934265712014-01-17T20:34:00.003+01:002014-01-17T20:44:09.215+01:0017<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: left; margin-right: 1em; text-align: left;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/-W0X2YrocbzI/TorujpwZL1I/AAAAAAAAASk/foKEkg3QhbI/s1600/mercedez+sosa.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="http://3.bp.blogspot.com/-W0X2YrocbzI/TorujpwZL1I/AAAAAAAAASk/foKEkg3QhbI/s1600/mercedez+sosa.jpg" height="320" width="320" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Mercedes Sosa</td></tr>
</tbody></table>
<div style="text-align: justify;">
Tenía 16 años, rozando los 17, y una brillantez intelectual, sin adelantarse demasiado a lo esperado para su edad, que lograba hacer que cualquier conversación con él resultara cuando menos interesante. Podríais decirme que, si no era tal el exceso de brillo, no sería prudente por mi parte, adulta plena, hablar de él con tanto auge, pero quizás deberíamos tener en cuenta, todos, que era difícil encontrar en esa edad, en este tiempo, alguien como él. Te miraba, desde una posición que denotaba respeto sin llegar a ser obediencia, con ojos que aún no habían perdido el brillo, al contrario, comenzaban a tenerlo de ese modo que nosotros, desde varios años después, sabemos que dura poco, muy poco, el instante justo, no siempre temporal, que va desde la pérdida del miedo irracional a la soledad, a la ganancia del miedo a lo ininteligible. Y dura tan poco aquello, y somos tan niños aún cuando nos sucede… que todo lo que (nos) viene después, cuando parecemos estar listos para ello, no hace más que abofetearnos una y otra vez, provocándonos un llanto lento, suave pero constante, que nos hace desear con todas nuestras fuerzas volver a ese momento, al segundo previo a la llamarada que provoca el brillo. Y él estaba ahí, en ese punto en el que las ganas de desarrollar su mente caminan más rápido que el crecimiento de su cuerpo; hablaba, me hablaba, como quien le habla a un maestro un poco venido a menos, con la conciencia presente de saber que yo estaba más de vuelta de lo que él creía, pero un poco raspada por la vida, sólo un poco, lo suficiente para notar en sus palabras cierta complacencia premeditada. Tenía casi los 17, y el mundo caminaba a sus pies, levitaba él sobre él sin demasiado temor a quemarse con el fuego de lo mundano, rozando con la punta de los dedos un Olimpo que, para mi, queda tan, tan lejano, que verlo en aquellas pupilas me devolvía a mi, un poco, también, a ratos, a los 17. <i>Volver a los 17, después de vivir un siglo</i>, cantaba Mercedes…</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
April Forkhttp://www.blogger.com/profile/09004618184075107168noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7372353176261534612.post-52869046672326101612014-01-09T20:19:00.003+01:002014-01-10T09:47:45.612+01:00Nota(s) <div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://vamos-explora-trans.org/files/1950s-interior-credit-schoolbusdriver-400px.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="http://vamos-explora-trans.org/files/1950s-interior-credit-schoolbusdriver-400px.jpg" height="200" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
Las notas rápidas del móvil parecían ser una buena salida para ella, cuando en madrugadas de vuelta a casa, sentada en los últimos asientos del autobús urbano que tomaba en el centro, la inspiración repentina se adueñaba de sus pensamientos, sus manos y su acción, copando cualquier otra intención que pudiera proponerse. Mezclen un estado de agonía pasajera, su presencia reiterada, cierto pesimismo connatural a su existencia y algún que otro exceso en el consumo de ginebra, y obtendrán como resultado lo que ella creaba a modo de microcuentos sobre un fondo amarillo aderezado con palabras entrecortadas y signos de puntuación impertinentes. Horas después, en el letargo de un despertar que deseaba durase toda la eternidad, cogía su teléfono, abría la aplicación de aquellas notas, y se encontraba con retazos de su vida mal cosidos en párrafos que lograban definir más que cualquier conversación mantenida antes o después de sus caídas, el escalofrío que recorría todo su cuerpo cada vez que lo veía. A él. Porque todo aquello - hagamos el paseo inverso, y supongamos para ello un elemento contrario en cada una de las proposiciones siguientes-: todo aquel tirarse en la cama a dormitar, quitarse la ropa a tirones, detestar el olor a tabaco impreso en sus manos, el viaje en autobús, las notas, las letras, las palabras, los textos mínimos, el miedo, el frío bajo la parada del 36, el beso que nunca se atreve a robarle, las miradas ocultas desde el otro lado del bar, los sábados, los viernes. Todo aquello era siempre por él, los condicionales, los hipotéticos, los futuros que reflejaban las notas en el teléfono que leía por las mañana, todo, era él. <i>1. Si hubiese entrado en aquel bar (...)</i> <i>5. Esa forma de hablar a otras que no soy yo (..</i>.) <i>12. Mi inexistencia en ti (...)</i> Y decía que parecían ser una buena salida para ella, las notas de texto, recuerden, pero el verbo <i>parecer </i>resulta siempre ¡tan laxo! que raras veces logra colmar el destino que parece predecir. Y después de todo, ¿una salida buena <i>de qué</i>?, ¿de él? Si ni siquiera había logrado entrar. Es un hecho, el verbo <i>parecer </i>nunca es lo que parece. ¿No creen?</div>
April Forkhttp://www.blogger.com/profile/09004618184075107168noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7372353176261534612.post-33500626001129365152014-01-08T11:20:00.001+01:002014-01-08T11:23:05.495+01:00Guía.<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: left; margin-right: 1em; text-align: left;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9dt9oYc6_hDQv4q00MuvohgpPe0OLSjmeXpsv-f69ft2ve5eAiyLhKR5SIELR0i-5s6szI5sU17h-kozNJQ6ghSvbpCjIy60XSKfXvMKMQb8CpzLzASaGkiENoEb_7s7Obp1kiQacQVp1/s1600/descarga+(1).jpg" imageanchor="1" style="clear: left; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9dt9oYc6_hDQv4q00MuvohgpPe0OLSjmeXpsv-f69ft2ve5eAiyLhKR5SIELR0i-5s6szI5sU17h-kozNJQ6ghSvbpCjIy60XSKfXvMKMQb8CpzLzASaGkiENoEb_7s7Obp1kiQacQVp1/s1600/descarga+(1).jpg" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Guías</td></tr>
</tbody></table>
<div style="text-align: justify;">
La tranquilidad siempre ha sido cosa de presiones. Trabajada y cultivada como las desviaciones. Cuando quieres que un árbol crezca recto, le pones otro de guía, y así, una plantita en principio torcida, se desarrolla con escuadra y cartabón dándole la espalda a sus instintos más salvajes. Así, puede decirse que paso los días. Con escuadra y cartabón, y, supongo que hoy ha reventado la cuerda que me mantenía erguida separándome de mi palo guía, de una rectitud forzada, y quiero gritar y destrozar cosas, tal vez llorar hasta deshacer esta impotencia vital que con minuciosidad me empeño en recoger… </div>
<div style="text-align: justify;">
Hoy no. La cuerda ha cedido a las presiones de lo cotidiano, de su amargura, a los problemas, a las personas. Hay infinidad de cosas que no soporto, reprimidas cuál vómitos inoportunos que producen sepsis colapsando entrañas. entrañas que atadas, hechas amasijos, oscilan, bailan alrededor de unos nudos de emergencia que las mantienen en su sitio. Hoy odio. Odio al padre alcohólico. Odio a la muerte en ciernes. Odio a la madre ausente, a la no ausente que no quiere un nosotras, precisamente por ser nosotras. Odio los agobios que producen los juzgados ¿por qué? Porque no los entiendo. Odio el dejar hacer, dejar pasar. El vuelva usted mañana, mañana porque hay tiempo, mañana. Odio el hoy que no te apremia sonrisas sino pesadumbre por lo que vendrá. Odio las prisas que no son prisas, su incomprensión. Odio pensar que mis deseos son presiones. Odio pensar que tú no quieres, que no lo quieres como yo.</div>
<div>
<br /></div>
Brahms' Loverhttp://www.blogger.com/profile/13312557232928455570noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7372353176261534612.post-65023069533597855022013-12-20T19:27:00.002+01:002013-12-20T19:27:28.928+01:00Rastros de invierno<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://3.bp.blogspot.com/-sv-MWGBmje8/T5V3W_MuihI/AAAAAAAAHJc/0m41MLHW69E/Rastro1%2525201934_thumb%25255B5%25255D.jpg?imgmax=800" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="223" src="http://3.bp.blogspot.com/-sv-MWGBmje8/T5V3W_MuihI/AAAAAAAAHJc/0m41MLHW69E/Rastro1%2525201934_thumb%25255B5%25255D.jpg?imgmax=800" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
Yo tenía un texto titulado <i>Huída</i>, unas palabras, unas cuantas frases conexas en un batiburrillo mental de ideas digno de cualquier mercadillo de barrio, de esos que se instalan los miércoles, o los domingos, cuanto entre el fervor de pensionistas asfixiados o niños malcriados, el aire se llena de manoseos turbios, ropa al por menor, perfumes de olor a vieja naftalina en el armario. Y dentro de esa <i>huída </i>había trenes y casas duplicadas, y muchas comas, intercaladas con puntos suspensivos que intentan restarse siempre unos a otros buscando un punto y final que nunca llega. Había un escape, un día cualquiera de un año cualquiera de la vida de cualquiera de vosotros, de la mía, de la tuya, fundamentalmente de la suya. Había limosnas, fronteras, límites y fósiles tratando de tatuar la piel de las manos que teclean, dedo corazón con rápido frenesí, índice envidioso, pulgar amable, afable, colaborador de un anular pocas veces perceptible, meñique tremendamente perezoso. Siguiendo el pasado continuo que marca el verbo <i>haber, tener</i>, el mismo en muchos casos, llegué al momento del ahora, a éste en el que yo os escribo, y repetí <i>había, tenía, había, ¿tengo?</i> Y resultó que no existía tal huída. Perdón, vuelvo a empezar. Resulta que no existe tal huída. ¿Por qué maquillar entonces la sencillez? </div>
April Forkhttp://www.blogger.com/profile/09004618184075107168noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-7372353176261534612.post-36255153474483405912013-12-13T14:03:00.000+01:002013-12-13T14:03:22.127+01:00Lluvia(s)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://abcblogs.abc.es/alvaro-alonso/files/2013/07/the_smiths.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="207" src="http://abcblogs.abc.es/alvaro-alonso/files/2013/07/the_smiths.jpg" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
Pulsar el botón de <i>pausa</i> de esta vida tuya, como si de una cinta vieja de casete en una destartalada radio de los olvidados noventa se tratara. Y retroceder un poco, sólo un poquito, rebobinar hasta el exacto instante del ayer en el que la lluvia no te dejaba ver apenas por la ventanilla trasera del coche, mientras soñabas con paisajes en los que la bruma era un término desconocido. Volver allí, a ese momento preciso, bajar la ventanilla, sentir el agua sobre la cara, como un bofetón insolente, maleducado, soberbio, delicioso. Dejar que las gotas chisporroteen sobre tus mejillas, que empapen levemente el sillón de un coche que pareciera rodar a solas por una autovía desierta y calma. Canturrear mientras entra la lluvia, entrar y salir del trance una y mil veces, todas las que tu cuerpo consiga determinar como necesarias. Cerrar la ventana. Calor, humedad, frío. Pulsar de nuevo un botón, darle al <i>play.</i> ¿Ves? suena hoy una música lejana, <i>The Smiths</i>… y fuera llueve, y dentro estamos sólo tú y yo, y llueve, y el invierno es frío, y hay hielo, y resbalan, y llueve, y es afuera. ¿Ves? </div>
April Forkhttp://www.blogger.com/profile/09004618184075107168noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7372353176261534612.post-65420453742711768142013-11-20T18:33:00.003+01:002013-11-20T18:33:35.725+01:00Terapia<div style="text-align: justify;">
<i>Sólo es un torbellino de sensaciones, imágenes que parecen claras de forma abstracta, y que sin embargo se tornan absolutamente ininteligibles cuando trato de pronunciarlas,</i> dijo Sam ante la insistente y muda mirada de su terapeuta. Esperó un par de segundos con la esperanza de obtener alguna respuesta por su parte, pero ante la falta de objeción o pregunta alguna, continuó con su discurso. <i>No sé, quizás usted no entienda a qué me refiero… y tampoco me extrañaría, la verdad, nadie lo hace a pesar de que intento comunicarme, tal y como usted mismo me ha ido indicando en todo este tiempo. Bueno, en realidad creo que sí tiene una ligera idea de lo que hablo, pero tampoco es del todo consciente de mi problema, ¿verdad? </i>El hombre de rostro lampiño y cejas caídas que observaba cada sílaba que salía de la boca de Sam, sonrío leve y contenidamente, como queriendo hacer honor a una respetabilidad austera y vetusta que se había ganado con el paso de los años. <i>El problema es que no hay ningún problema</i>, dijo con la voz firme y melódica que lo caracterizada, mientras Sam movía y cruzada sus piernas sobre la butaca de piel azul. <i>¿Cómo que no?</i>, alegó ella,<i> es mi problema lo que me trae aquí cada semana, ¿lo recuerda? Son mis ganas de decir lo que veo sin llegar jamás a encontrar la palabra exacta, esta maldita incertidumbre que genera unas ganas irrefrenables de abrir la ventana y saltar, sin importarme qué piense nadie</i>, replicó exaltada. <i>Vive en un bajo, Señorita Aniston</i>, le respondió su contertulio de manera burlona y paternal, <i>¿Y qué? Podría subir ahora mismo a la azotea del estúpido edificio donde tiene su estúpida consulta y saltar, al vacío, desde los ocho pisos que me separarían de él.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>De acuerdo</i>, prosiguió él, <i>hágalo, salga, tome el ascensor, pulse el botón, llegue a la azotea ¡le puedo dar hasta las llaves! y salte. Hágalo, y ¿después, qué?</i> Sam detuvo el movimiento incesante de sus piernas y reposó la cabeza ladeándola sobre el respaldo del sillón. <i>Después nada</i>, dijo dejando caer los párpados de sus ojos de manera lenta y controlada,<i> nada de nada en la más absoluta de las nadas.</i> Él la observó de nuevo buscando una mirada que resultaba siempre escurridiza y continuó hablando. <i>Esa es la cuestión, Sam, deja que ahora te llame Sam, que una vez resuelto el problema inexistente que tienes, lo demás será nada, ausencia de palabras impronunciables, de terapias, de charlas que no te dejan nunca satisfecha; una vez colmadas esas ganas de saltar, se acabó. Adiós a la esperanza de encontrar letras para describir tu torbellino, a tus ansias metódicas de experimentar que los demás te entiendan, adiós a ti misma y a este todo que conformas y del que eres incapaz de deshacerte. </i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<a href="http://www.abc.es/hemeroteca/imagenes/abc//19072009/Gente/NAC_GEN_web_10.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://www.abc.es/hemeroteca/imagenes/abc//19072009/Gente/NAC_GEN_web_10.jpg" /></a>Ella se mordió el labio inferior, esbozando una suerte de esquiva mueca irónica, y rió. <i>¿Y si quiero renunciar al todo a cambio de la nada? </i>Susurró.<i> ¿Quieres?</i> preguntó el Señor Pattinson.<i> Quiero la nada dentro de mi todo, sentir la caída hacia el vació sin el dolor de estrellarme. El todo, el punto de visión del universo, la nada contenida en el ser que no deja nunca de intentar no ser, quiero que pare el dolor de cabeza pero que su calma no me consuma. Quiero el todo en la nada, y la nada en el todo. Ya lo sabe… </i>Se generó entonces un silencio conocido, un eco entre las paredes de aquella sala cubierta por papel de tonos aguados, madera de nogal y sillones de piel, un resplandor cotidiano bajo la luz tenue de finales de diciembre, condensando un frío aterrador que mordía desde el exterior. Los lugares comunes que, sin serlo en el sentido estricto, conforman la inevitable existencia. <i>¿Nos vemos el próximo miércoles? </i>dijo ella antes de reposar su magullada mano sobre el pomo de la puerta. <i>Por supuesto, Señorita Aniston. Descanse. </i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
April Forkhttp://www.blogger.com/profile/09004618184075107168noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7372353176261534612.post-61387307913374142222013-11-13T19:40:00.002+01:002013-11-13T19:40:55.255+01:00Ansiedades <div style="text-align: justify;">
Falta el aire. Ridículamente. Espasmos incontrolables azotan cuerpos indefensos. Tiemblas. Tiemblo sin querer. La adrenalina recorre tu organismo como si fueses un simple tubo de plástico, el conducto que guía fluidos impulsados por bombas baratas. Corazón inerte. Manas. Manas necedad que alimenta hiedra, temor... Y trepa, trepa ansiedad, verde, salvaje ¿Cuándo fue la última vez que te abrazó? PUTA. La vuelves a ver, tumbada, rodeada, muerta en vida. Y escuchas, augurios que la riegan, hiedra, y te falta. No respiras. Hiedra, temor, aire, sudor, su cara, sus pies arrastrando susurros, siseos lacerantes tatuando tus oídos de por vida. Sorda. Ya no escuchas. Ciega. Ya no ves más que sus ojos apagados, la expresión de su rostro cuando ya no expresa nada. Todo y nada. Todo en un instante inoportuno. Nada en tu ahora, delante ¿Qué ha pasado? ¿Qué he hecho? Su cara congela la emisión de las imágenes formadas ante ti. Por eso no lo ves venir, por eso no lo viste. Por eso estás aquí, por eso aquí estoy, sin sentidos, escuchando el murmullo de sus pasos, recordando las uñas de sus pies, para no escuchar los tuyos. No te vayas ¿Estás aquí? ¿Lo estuviste? ¿Conmigo? Te quiero.</div>
Brahms' Loverhttp://www.blogger.com/profile/13312557232928455570noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7372353176261534612.post-31986674694856059832013-11-13T13:04:00.001+01:002013-11-13T13:04:49.565+01:00Lucidez<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: left; margin-right: 1em; text-align: left;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiK1qXf-oKp5jiaRSrkMx23PDIUzvIem2KawfqrRz-xgO2ZbLXHbYfeRwJxR5qQFt5o5BgD8Ia5GLvtiZBqs0z_lsm7YPyH2U3lrKPJtS6T2fd5p4gZ1DdKSjwPdDwr1AlMUhbyLI2yD6dW/s400/mia-wasikowska-as-jane-eyre-in-jane-eyre+%25288%2529.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="173" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiK1qXf-oKp5jiaRSrkMx23PDIUzvIem2KawfqrRz-xgO2ZbLXHbYfeRwJxR5qQFt5o5BgD8Ia5GLvtiZBqs0z_lsm7YPyH2U3lrKPJtS6T2fd5p4gZ1DdKSjwPdDwr1AlMUhbyLI2yD6dW/s320/mia-wasikowska-as-jane-eyre-in-jane-eyre+%25288%2529.jpg" width="320" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Mia Wasikowska, <i>Jane Eyre 2011</i></td></tr>
</tbody></table>
<div style="text-align: justify;">
Sentarte en el sillón y mirar por la ventana, simplemente mirar, sin llegar a ver del todo lo que hay al otro lado del cristal. No hay necesidad de pretensiones, ni de profundidades abismales en las que dejar nadar al abismo de tu inconsciente, se trata sólo de poder mirar sin llorar, sin llegar a sentir que la vida te está marcando, a cada paso, a cada día, en cada cicatriz. Quizás se note, así, en ese estado de quietud inminente, un poco de frío, propio de este otoño que no termina de desesperezarse, y quizás entonces se tome la manta de rayas amarillas y naranjas que dormita sobre una de las orejas de sillón para pasar a taparse con ella los muslos, las piernas, el estómago, los pies, las ganas de echar a correr. Y mirar por la ventana, recordar aquel fragmento olvidado de <b><i>Jane Eyre </i></b>que decía: <i>“hasta entonces me había limitado a ser un espectador de la vida de Lowood, pero ahora me había convertido en actriz de la trama”,</i> sintiendo que un poco tú también decidiste, llegado el momento, pasar a la acción, aunque ello supusiera quedarse atrás, de una manera absolutamente consciente y voluntaria, por querer pasar, dejarlo estar, seguir, únicamente sobrevivir, por querer. Comienza a llover, los chopos ondean al viento, calvos, marrones y sanguinarios, como lanzas capaces de astillar el cielo y romperlo en mil pedazos, sin provocarte ningún tipo de recelo, miedo. Tal vez un poco de angustia. La cuestión es, únicamente, saber decidir cómo tomar las riendas, se trata sólo de sentarse en el sillón, y mirar por la ventana. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<br />April Forkhttp://www.blogger.com/profile/09004618184075107168noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7372353176261534612.post-9819785996722328882013-11-07T18:41:00.002+01:002013-11-07T18:54:20.622+01:00La Marcha<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;">Apretó la maneta del acelerador como un granjero ansioso ordeña reses congestionadas por su propia leche. Con firmeza suave. Con técnica depurada, desoyendo la pasión que la impulsaba a completar el giro de muñeca, haciendo terapia ¿Y si la ceguera la había conducido a ese estado? Cuanto menos caso prestaba a las señales, más virulento e imprevisible tornaba, la invisible curva de las dudas, su descenso a las profundidades del principio de los cambios. Sin embargo, no. No creía en la estupidez humana cuando ese humano era ella. No. No creía que la ceguera pudiera conducirla por caminos que no quisiera recorrer, por los que no pudiese frenar <i>la marcha</i> o simplemente detenerla. Por eso, la motocicleta se deslizaba lentamente. Por eso, la muñeca rotaba <i>andante</i> ignorando <i>La Marcha Húngara</i> que automáticamente se reproducía en su interior a la mínima inseguridad. La quería y quererla la había llevado a aquella situación. De pronto, pensó en su madre. Seguramente ella tuviese la culpa. La había condenado al castigo eterno de los amores raros. Nunca sería la mejor amiga, la compañera de trabajo más estimada, siquiera sería alguien. No sería la mujer por la que nadie, en su sano juicio, perdería los papeles, siquiera los firmara. No contaría. No contaría en la misma medida, ni con la misma intensidad, con la que ella los plasmaba a todos ellos en su partitura vital. Su presencia era un losa de cuatro tiempos, <i>redonda</i>, muda, <i>silencio</i>, y los silencios siempre fueron preludio de <i>ella</i>, de <i>La Marcha</i>. Siempre la misma <i>marcha</i>. <i>Húngara</i>. Eso la encendía. Otra vez la dichosa melodía. Una nota y otra y otra y otra y otra, hasta llegar al culmen del éxtasis sinfónico ¡Para! ¡Que alguien la pare…! pero <i>La Marcha</i> no se detenía nunca, y ella, volvía a la moto. Otra vez a controlar la fuerza, nuevamente a bajar el <i>tempo</i>, de nuevo a pensar en ella. Ella, pensando en ella. <i>Redonda</i>. Silenciosa. Sin <i>Marcha</i>.</span><br />
<br />
<div style="text-align: center;">
<object height="25" width="420"><param name="movie" value="//www.youtube.com/v/UjNy6Egli8w?version=3&hl=es_ES&rel=0"></param>
<param name="allowFullScreen" value="true"></param>
<param name="allowscriptaccess" value="always"></param>
<embed src="//www.youtube.com/v/UjNy6Egli8w?version=3&hl=es_ES&rel=0" type="application/x-shockwave-flash" width="420" height="25" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true"></embed></object><br />
<i><span style="font-family: Verdana, sans-serif; font-size: x-small;">#Marcha Húngara-Brahms#</span></i></div>
</div>
Brahms' Loverhttp://www.blogger.com/profile/13312557232928455570noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7372353176261534612.post-63910611568578331152013-11-07T14:38:00.002+01:002013-11-07T18:48:39.518+01:00La primera persona del plural<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjVzI3qZXIg3SXa-cMZFltcJ5pyF2A5kC9j9rRPNdJgRmy5xoTj14JQ0QGuUlVuMvsgEIgSoUzEu_pzxnoU7Qr2D-5qhX2HmnUr4wv6pETlErNk1dqWEFAPfQ9nU6NLyAQQ-hfN76T9J8I/s1600/gran-cafe-de-paris.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="305" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjVzI3qZXIg3SXa-cMZFltcJ5pyF2A5kC9j9rRPNdJgRmy5xoTj14JQ0QGuUlVuMvsgEIgSoUzEu_pzxnoU7Qr2D-5qhX2HmnUr4wv6pETlErNk1dqWEFAPfQ9nU6NLyAQQ-hfN76T9J8I/s320/gran-cafe-de-paris.jpg" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>El problema lo tiene la primera persona del plural, </i>me dijo mientras tomaba un pedazo de croissant entre sus dedos índice y pulgar justo antes de llevárselo a la boca. Los cafés que compartíamos solían dar lugar a conversaciones un tanto monopolizadas por ella, que no tenía reparo alguno en destripar lo más manido de su vida, una y otra vez, como queriendo siempre buscar una ayuda para salir de la encrucijada en la que parecía que se convertían sus días de alcohol y euforia pocas veces contenida. Yo, por mi parte, disfrutaba con el deleite de la escucha, al tiempo que gozaba de uno de los mejores cafés de la ciudad. Ella invitaba, y no escatimaba en sus elecciones. Siempre un café con leche y un croissant en el <i>Gran Hotel</i>, a las diez de la mañana de algunos jueves de algunas semanas de todos los meses, dándome tiempo a mi a resolver mis asuntos matutinos y a ella a desperezarse tras una noche que, de costumbre, se suponía tumultuosa. Vivía sola en un gran apartamento, a pocos minutos de nuestro lugar de encuentro, que había heredado de su única tía paterna, junto a una pequeña, católica y rancia fortuna que le permitía dar rienda suelta al estilo de vida que siempre quiso llevar, y materializó, tras desechar un futuro tranquilo junto a su primer marido. Habían pasado de aquello unos diez años, tiempo que coincidía también con la edad de nuestra amistad. En aquella época pasada, yo no era más que una joven inexperta recién licenciada en Derecho y ella, la prima lejana del que después sería mi marido durante los escasos siete meses que tuve la paciencia de soportarle. Quizás fuera por mi carácter etéreo, por el suyo disociado, por mis ganas de empezar a trabajar, o por las suyas de salir del atolladero matrimonial en el que se encontraba, no estoy segura qué fue lo que nos unió más allá del lazo familiar ficticio, pero lo cierto es que a partir del momento en que yo me comprometí a ayudarla legalmente y ella tomó como propia la tarea de hacer que yo entendiera que la vida era <i>esto</i>, nos hicimos amigas. <i>Sí, esto,</i> me repetía aún pasado el tiempo, <i>esto que ves, este frío del invierno, el calor infernal de agosto, el café con leche, la televisión, el divorcio, los celos, la sangre... esto es la vida. </i>Yo asentía, tendiendo a afianzar mi capacidad de análisis silencioso, y ella continuaba con su discurso. <i>No hay mundos externos, ni entes separados de las cosas, ni preguntas tan importantes que no se puedan resolver con una copa de cognac.</i> A mi todo aquello, desde el principio, me resultaba demasiado indiferente, aséptico, falto de corazón, y tras haber terminado la carrera con una nota media que rozaba el sobresaliente, sin haber sin embargo resuelto el problema más interno de mi existencia, no me creía capaz de entrar en aquella consideración tan simple del mundo. Muchos hombres, y alguna mujer después, ella supo <b>vivir </b>al margen del transcurrir de los días en su cara, en su salud, en su dinero, y yo supe <b>trabajar </b>y labrarme una carrera decente y reputada, al menos a nivel local, al margen del transcurrir de mi vida, mis anhelos, mis miedos. </div>
<div style="text-align: justify;">
<i><br /></i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>El problema lo tiene la primera personal del plural,</i> volvío a repetir, tal vez ante la falta de reacción por mi parte, que continuaba imbuida en el movimiento circular de la cucharilla de café en mi taza. ¿<i>A qué te refieres?,</i> pregunté, <i>a la insistencia de pensar en un nosotros que jamás ha debido de existir, ¿me comprendes? </i>Lo cierto es que no la comprendía, pero hice un gesto de afirmación con la cabeza. <i>No somos nosotros los que formamos este mundo que nos corrompe a diario, no existe esa colectividad afectiva que parece que nos viene impuesta desde el nacimiento, no somos un conjunto de individuos haciéndonos daño unos a otros, amándonos, ultrajándonos, dolíendonos... ¡No! Ese dolor, o amor, o como quieras llamarlo, es apenas perceptible, se trata de un yo más otro yo más otro yo, "yos" que jamás llegan a formar una unión entendida como un todo casi indivisible</i>. Pensé entonces en sus palabras reiteradas durante tanto tiempo, en las ganas de hacerme creer que la vida era <i>esto</i>, tan frívola, fútil, vana, en el engaño en el que ella misma se dejaba incluir, y tuve ganas de llorar, invisiblemente.<i> Mi yo y tu yo no hacen un nosotros, hacen simplemente dos "yo". </i>Terminó de deglutir el croissant y pidió la cuenta al camarero. Mismo traje de chaqueta negro, misma camisa blanca, misma pajarita negra, misma conversación fugaz. Entonces se levantó, me dio un beso en la frente, con una ternura tan maternal que resultó tan incómoda como natural de ella hacia mi, y se fue. Sólo dijo, por último,<i> Ana, no te sumes,</i> y ya nunca más volvimos a tomar café, ni a compartir conversaciones sobre sus amantes, sobre nuestros ex-maridos. Yo me casé otra vez tres años después, tuve un bebé... Y ahora, que no tengo ya ni matrimonio, ni hijo, ni amiga, ni me tengo a mi, creo que en el fondo lo hice, me sumé, y entiendo por fin que ella tenía razón, que <i>el problema está en la primera persona del plural. </i></div>
April Forkhttp://www.blogger.com/profile/09004618184075107168noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7372353176261534612.post-4577285928252486412013-11-03T12:26:00.001+01:002013-11-03T12:42:33.009+01:00Toc<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: left; margin-right: 1em; text-align: left;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="http://api.ning.com/files/wp04EU-QHr3OY5PD0ouJmNOWTGCsSzr7T2J9kk0MJ9Ef89ysgfEad3x4btKwNZHZ4kPUCyYExKpbMMU38lkSVUwVdAbb24p5/dickinson1.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" height="320" src="http://api.ning.com/files/wp04EU-QHr3OY5PD0ouJmNOWTGCsSzr7T2J9kk0MJ9Ef89ysgfEad3x4btKwNZHZ4kPUCyYExKpbMMU38lkSVUwVdAbb24p5/dickinson1.jpg" width="240" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><i>Emily Dickinson 1830 - 1886</i></td></tr>
</tbody></table>
<div style="text-align: justify;">
Manos. Grandes, pequeñas, diminutas, descomunales, horrendas, sutiles, preciosas, amorfas, deformes, sexuales, cándidas, ebrias. Miles de manos entre millones de las miles de manos que entran en el abanico de posibles manos que alguna vez rozarán las mías.<i> - ¿Me cobra el café? - Tenga la vuelta</i>, y roce sutil de piel contra piel, de dedos que se presuponen fornidos pero que humedecen los míos, traspasando las babas de una sucia bayeta de cocina industrial. Entonces, pequeña repugnancia. Mi mano izquierda agarrada al mástil del vagón, provocando una balanceo controlado sobre mis pies algo separados para un metro que circula atestado. Sus manos, amarillas, rancias, largas, distintas, frías, con cierto sudor que se percibe por las marcas dejadas en la superficie anaranjada, haciendo que mi imaginación enumere las posibles manos que han hecho lo mismo antes: manos blancas, negras, rojizas, sanas, enfermas, con callos, con heridas, con restos de sangre mortal. Repugnancia en aumento. Y a continuación los pomos de las puertas, perversos y pervertidos por docenas de huellas dactilares que los fornican a diario. He de suponer que la limpieza nocturna pasa también por ellos, busco desesperadamente un bote de gel desinfectante en mi bolso. Compruebo que ando escasa de existencias y realizo una parada mental en la tienda de la esquina, antes de volver a casa. No imagináis el suplicio de manos previas a tal espera. Al fin las nueve, hago rodar la llave en la cerradura, tus dos vueltas dadas desde dentro parecen recitar un poema de Emily Dickinson. Se acercan tus manos a mi cara, las dos, al unísono, sin darme tiempo a cruzar el umbral de la puerta, ni a quitarme la bufanda, ni a soltar el maletín. Y hay olor a berenjenas fritas impregnado tu piel. La marca de un salto de aceite caliente. La gota de agua fría sobre ella. Siento sin embargo pureza. Limpieza. Ausencia de gérmenes. Tus dos palmas de un solo y maravilloso impacto reteniendo mi cara contra la tuya. Y así, el beso que borra mi trastorno obsesivo compulsivo. Y así, Las manos. </div>
April Forkhttp://www.blogger.com/profile/09004618184075107168noreply@blogger.com0