jueves, 9 de enero de 2014

Nota(s)

Las notas rápidas del móvil parecían ser una buena salida para ella, cuando en madrugadas de vuelta a casa, sentada en los últimos asientos del autobús urbano que tomaba en el centro, la inspiración repentina se adueñaba de sus pensamientos, sus manos y su acción, copando cualquier otra intención que pudiera proponerse. Mezclen un estado de agonía pasajera, su presencia reiterada, cierto pesimismo connatural a su existencia y algún que otro exceso en el consumo de ginebra, y obtendrán como resultado lo que ella creaba a modo de microcuentos sobre un fondo amarillo aderezado con palabras entrecortadas y signos de puntuación impertinentes. Horas después, en el letargo de un despertar que deseaba durase toda la eternidad, cogía su teléfono, abría la aplicación de aquellas notas, y se encontraba con retazos de su vida mal cosidos en párrafos que lograban definir más que cualquier conversación mantenida antes o después de sus caídas, el escalofrío que recorría todo su cuerpo cada vez que lo veía. A él. Porque todo aquello - hagamos el paseo inverso, y supongamos para ello un elemento contrario en cada una de las proposiciones siguientes-: todo aquel tirarse en la cama a dormitar, quitarse la ropa a tirones, detestar el olor a tabaco impreso en sus manos, el viaje en autobús, las notas, las letras, las palabras, los textos mínimos, el miedo, el frío bajo la parada del 36, el beso que nunca se atreve a robarle, las miradas ocultas desde el otro lado del bar, los sábados, los viernes. Todo aquello era siempre por él, los condicionales, los hipotéticos, los futuros que reflejaban las notas en el teléfono que leía por las mañana, todo, era él. 1. Si hubiese entrado en aquel bar (...) 5. Esa forma de hablar a otras que no soy yo (...) 12. Mi inexistencia en ti (...) Y decía que parecían ser una buena salida para ella, las notas de texto, recuerden, pero el verbo parecer resulta siempre ¡tan laxo! que raras veces logra colmar el destino que parece predecir. Y después de todo, ¿una salida buena de qué?, ¿de él? Si ni siquiera había logrado entrar. Es un hecho, el verbo parecer nunca es lo que parece. ¿No creen?

2 comentarios:

  1. Totalmente cierto. El verbo "parecer" siempre me ha parecido que parece más de lo que es. Es lo que tienen los verbos copulativos, están vacíos de significado. Son como una habitación desnuda, tiene muchas posibilidades pero lo único que hacen es amplificar el sonido.
    ¡Genial el texto! :)

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