domingo, 3 de noviembre de 2013

Toc

Emily Dickinson 1830 - 1886
Manos. Grandes, pequeñas, diminutas, descomunales, horrendas, sutiles, preciosas, amorfas, deformes, sexuales, cándidas, ebrias. Miles de manos entre millones de las miles de manos que entran en el abanico de posibles manos que alguna vez rozarán las mías. - ¿Me cobra el café? - Tenga la vuelta, y roce sutil de piel contra piel, de dedos que se presuponen fornidos pero que humedecen los míos, traspasando las babas de una sucia bayeta de cocina industrial. Entonces, pequeña repugnancia. Mi mano izquierda agarrada al mástil del vagón, provocando una balanceo controlado sobre mis pies algo separados para un metro que circula atestado. Sus manos, amarillas, rancias, largas, distintas, frías, con cierto sudor que se percibe por las marcas dejadas en la superficie anaranjada, haciendo que mi imaginación enumere las posibles manos que han hecho lo mismo antes: manos blancas, negras, rojizas, sanas, enfermas, con callos, con heridas, con restos de sangre mortal. Repugnancia en aumento. Y a continuación los pomos de las puertas, perversos y pervertidos por docenas de huellas dactilares que los fornican a diario. He de suponer que la limpieza nocturna pasa también por ellos, busco desesperadamente un bote de gel desinfectante en mi bolso. Compruebo que ando escasa de existencias y realizo una parada mental en la tienda de la esquina, antes de volver a casa. No imagináis el suplicio de manos previas a tal espera. Al fin las nueve, hago rodar la llave en la cerradura, tus dos vueltas dadas desde dentro parecen recitar un poema de Emily Dickinson. Se acercan tus manos a mi cara, las dos, al unísono, sin darme tiempo a cruzar el umbral de la puerta, ni a quitarme la bufanda, ni a soltar el maletín. Y hay olor a berenjenas fritas impregnado tu piel. La marca de un salto de aceite caliente. La gota de agua fría sobre ella. Siento sin embargo pureza. Limpieza. Ausencia de gérmenes. Tus dos palmas de un solo y maravilloso impacto reteniendo mi cara contra la tuya. Y así, el beso que borra mi trastorno obsesivo compulsivo. Y así, Las manos. 

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